martes

Germán

“Buenass tarrdesss…” suena en la recepción del Instituto. Estudiantes, profesores y uno que otro consultor de publicidad voltean… Asombro, miedo y desprecio invaden sus rostros al ver a un hombre delgado con ojos saltones, sonrisa pertubadora y con las manos sucias de betún.

“Si, jefe..” me dice apuntando a mis zapatos, no hace falta una respuesta, simplemente me siento e inmediatamente Germán cae al suelo y coloca su cajón bajo uno de mis zapatos. “Como le ha ido? hoy ha estado bajo... por la lluvia…” Con cada cepillada Germán relata su vida que transcurre entre tintas de zapatos y los cuadernos de su hijo. Estos son, de hecho, sus temas favoritos de conversación.

“Otra vez vua tener que comprarle el libro que el guambra ha perdido… pero sabe que.. yo no le pego… a mi si me pegaron cuando era chiquito…” Saca de una pequeña caja un abrillantador americano, de esos que uno consigue en los hoteles, me lo muestra y dice: “Esto es solo para los clientes que me caen bien..”

Treinta centavos es lo que cuesta oir a Germán.

“El lunes vengo a esta hora, venrrá con los zapatos sucios..”. Guarda todos sus menjurges en la caja de madera, se pone al hombro un costal y se pierde en la calle tratando de “escampar” pegandose a las paredes.

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