Sus preguntas, azules, siguen el camino gris del humo,
sus pupilas se esconden entre sus pestañas, tímidas y desafiantes.
Y yo, sigo amando su mundo,
sus recetas, sus fotografías, su impredecible ser.
Sus manos, eternas, recorren las mias.
La frágil candidez del momento nos despierta del letargo.
Y yo, anhelo cada uno de sus besos de chocolate,
la fragancia de sus muñecas, la levedad de su risa.
Su historia ancla mi presente y dejo de ser.
Mi sencilla alma naufraga con un sonido famélico.
Y yo, no tengo mas que amarla.
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